sábado, 29 de diciembre de 2012

Un Miercoles Santo en Sevilla


Doblamos el ecuador de la Semana Santa sin haber reparado en lo irremisible de la cuenta atrás. La calle Feria se olvida de aquellas salidas de vísperas. La hermandad del Carmen Doloroso ya no es ni siquiera la más joven de la nómina de la Semana Mayor. Poco a poco va encontrando su sitio, su personalidad, y eso se traduce en escenarios realmente destacables. La tarde invita a ver El Buen Fin en San Lorenzo, a la ida, siendo el regreso en el mismo emplazamiento, mucho menos concurrido, otra de las obligaciones de hoy. También puede llevarle en busca de La Lanzada por las abarrotadísimas calles de su recorrido inicial. Si la noche no le lleva a otros escenarios, la entrada en San Martin es sumamente recomendable.
Pero si no pudo o quiso esperar al comienzo de la tarde, tuvo faena desde bien temprana hora. Desde Nervión, la Sed, con su emotivo recorrido por las calles cercanas a su parroquia, más repletas de público a la salida que a la entrada, pero muy recomendable es verla transitar refugiada entre las primeras sombras del día, en plena calle Santiago. A San Bernardo cuesta trabajo no ir a verla a su barrio: bien primera hora de la tarde, antes de que gane el puente, bien de regreso por el mismo, iluminada la escena por los focos de los bomberos. Quédese con los que mejor encaje. Si las circunstancias lo imposibilitan, vaya a esperarla en la Plaza de la Alfalfa y acompáñela por las calles dl barrio de Santa Cruz.


El Baratillo es tarde y noche de ‘no hay billetes’. Cuesta trabajo encontrar un hueco en el que apostarse para esperarla, y máxime en las cercanías de la capilla, da igual a la salida que a la entrada… Comodidad relativa en la Plaza del Triunfo y poco más. Igualmente concurrida es la entrada del Cristo de Burgos, especialmente desde la Alfalfa hasta el templo. Los panaderos, por su cercanía a la campana, casi obligan a elegir un punto del camino de regreso de la catedral, bien en la comodidad de la Plaza del Salvador o en las apreturas de su tardía pero abarrotada entrada. Y para las Siete Palabras, nada mejor que las inmediaciones de su templo, entre el perfume de los naranjos de San Vicente. Casi o se cabe a la salida o en Alfonso XII y se paladea cadenciosamente en los últimos metros de su recorrido. 

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